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Mientras que los reinos cristianos de León, Castilla y Navarra centraban sus intereses en la Península, la Corona de Aragón quiso extender su dominio más allá de las fronteras peninsulares. Su primero objetivo fue el sur de Francia, donde los condes de Barcelona habían conseguido el vasallaje de algunos condes franceses y el control de algunas zonas mediante enlaces matrimoniales. Esta herencia francesa fue recibida y acrecentada por los reyes aragoneses. No obstante, los enfrentamientos con sus vecinos franceses llevaron a Aragón a abandonar sus intereses en esta región y a tener como frontera los Pirineos con el tratado de Corbeil de 1258.

En un primer momento esto podría haber supuesto el fin del carácter expansionista que había mostrado Aragón y dejarlo circunscrito a la Península y las islas Baleares, sin posibilidad de avanzar hacia el sur debido al pacto que había firmado con Castilla para repartirse los territorios que quedaban en manos de los musulmanes. Sin embargo, esto fue así porque muy pronto la Corona se vio envuelta en lo que estaba sucediendo en Italia.

En 1250 murió el emperador Federico II Stupor mundi, quien había conseguido por vía materna el reino de Sicilia, que incluía tanto la isla como el sur de Italia. El papado quiso que estos territorios pasaran de los herederos del emperador al conde de Provenza, Carlos de Anjou, hermano del rey Luis IX el Santo. En un primer momento Sicilia había quedado en manos de Manfredo, hijo de Federico II, pero fue derrotado y murió en la batalla de Benevento en 1266. Su sobrino y sucesor Conradino, quiso mantener la lucha pero fue apresado y ejecutado en 1268. Ese mismo año Carlos de Anjou, ya rey, trasladó la capitalidad de Palermo a Nápoles. Muchos de los sicilianos derrotados se refugiaron en Aragón, donde el futuro Pedro III de Aragón estaba casado con Constanza, hija de Manfredo.

Vísperas sicilianas

Vísperas Sicilianas, de Francesco Hayez, 1846. Fuente

Después de su ascenso al trono en 1276, Pedro III quería apoderarse de Sicilia en cuanto fuera posible. La ocasión apareció cuando se produjeron las Vísperas Sicilianas, una sublevación que estalló el 30 de marzo de 1282 contra el gobierno angevino, cuyas acciones habían provocado un fuerte descontento en la isla. Aunque en un primer momento los sicilianos habían pedido ayuda al papa Martín IV, de origen francés, fue Pedro III el que acudió en su ayuda y conquistó la isla, convirtiéndose en el primer territorio italiano en manos de Aragón. Nápoles, sin embargo, seguía en manos de los franceses.

La reacción no se hizo esperar. El papa excomulgó al rey y dio su reino a los franceses, quienes invadieron Cataluña junto con el rey de Mallorca en 1285 pero sin éxito. Ese mismo año murió Pedro III y dividió el reino entre sus hijos, dejando a su hijo Jaime como rey de Sicilia. Su hermano mayor, Alfonso III, sólo reinó seis años y Jaime pasó a ocupar el trono de Aragón en 1291 con la condición de que dejara Sicilia. En un primer momento se negó pero tuvo que firmar el tratado de Anagni en 1295. Según éste, Sicilia quedaba de nuevo en manos del papado, quien dejó a los sicilianos escoger su nuevo rey, el cual fue el hermano de Jaime, Federico II. A cambio, Aragón consiguió que el papado le cediera sus derechos sobre las islas de Córcega y Cerdeña en 1302. La cesión de esta última se hizo por los intereses de los mercaderes de la Corona de Aragón de controlar esta isla para quitar fuerza a sus competidores de Pisa y Génova, así de los intereses de la monarquía por controlar ciertos recursos de la isla como las minas de plata y las salinas.

Jaime II mejoró considerablemente las relaciones con el papado, al frente del cual estaba Bonifacio VIII, quien lo nombró capitán general y almirante de la Santa Sede. Al ponerse al servicio de Roma, el monarca aragonés atacó a su hermano Federico y los sicilianos porque se negaban a aceptar la vuelta de los Anjou. El conflicto terminó en 1302 con el tratado de Caltabellota, en el cual se aceptó que Federico seguiría como rey de Sicilia, entonces llamado reino de Trinacria, pero a su muerte volverían los Anjou. El pacto no se cumplió porque, por un lado, el parlamento siciliano reconoció como rey de Sicilia y no de Trinacria a Federico y éste, en 1321, coronó como corregente a su hijo Pedro II, quien sucedió a su padre en 1337. La inestabilidad que provocó estas alteraciones del tratado de 1302 duró hasta 1372, cuando se firmó el tratado de Aviñón. Gracias a éste, se reconoció que Sicilia continuaría en manos de los sucesores del entonces rey Federico IV. Sin embargo, la parte sur de Italia se convirtió en un estado aparte con el nombre de reino de Nápoles.

Mientras tanto, Aragón consiguió recuperarse y se dedicó a ocupar militarmente Cerdeña entre los años 1323 y 1324. La presencia aragonesa fue muy difícil en la isla porque los genoveses, que en un primer momento habían apoyado la conquista para quitarse a sus competidores pisanos, vieron a los mercaderes catalanes como un peligro y favorecieron las revueltas de los nobles sardos bajo el reinado del sucesor de Jaime II, Alfonso IV.

En estos momentos Sicilia había dejado de estar en el punto de mira de Aragón, pero todo cambió con el ascenso al trono de Pedro IV en 1336, quien estaba muy interesado en recuperar los antiguos territorios de la Corona de Aragón. Gracias a su matrimonio con Leonor de Sicilia, Pedro fue reconocido como rey de Sicilia en 1379, aunque atrajo la enemistad de los Anjou de Nápoles, el papado y muchos sicilianos, que querían tener un rey propio. El monarca de Aragón se lo concedió y casó a María de Sicilia, la heredera siciliana, con su nieto Martín el Joven, hijo de Martín el Humano. Éste no estaba llamado a ser rey de la Corona de Aragón pero después del reinado de su hermano Juan I subió al trono en 1396 por no haber tenido éste herederos legítimos. Martín I consiguió finalmente que Sicilia quedara en manos de Aragón. Sin embargo, perdió a su hijo Martín en Cerdeña cuando intentaba sofocar las revueltas que seguía habiendo en la isla.

Alfonso V

Alfonso V de Aragón, de Juan de Juanes, 1557. Fuente

Después de la muerte de Martín I sin herederos, fue escogido rey de Aragón Fernando de Trastámara. El nuevo soberano siguió la política de sus antecesores en el trono y consiguió pacificar Cerdeña y Sicilia, pero en el primer caso fue algo temporal. Su sucesor, Alfonso V, tuvo que hacer frente a una nueva revuelta en Cerdeña por culpa de Génova, por lo que decidió atacar una de sus fuentes de poder, Córcega, que había sido cedida a Aragón. El ataque se hizo en 1420 y se consiguió apaciguar la isla pero no fue hasta la década de 1470 cuando Aragón consiguió establecer su control sobre Cerdeña definitivamente. Ese mismo ataque dio otro resultado pues los napolitanos pidieron ayuda a Alfonso para expulsar a Luis de Anjou a cambio de darle el reino. El monarca tuvo éxito en 1421, e incluso la reina Juana II de Nápoles lo adoptó como heredero. Fue un éxito efímero porque tuvo que huir de Italia en 1423 y la reina Juana cambió la adopción en favor de Renato de Anjou.

Después de este primer fracaso, Alfonso volvió a intentar la conquista de Nápoles, pero le hizo frente una coalición formada por Roma, Venecia, Milán-Génova y Florencia, los cuales temían que el equilibrio en Italia se rompiera si Nápoles pasaba a manos aragonesas. Alfonso fue derrotado en la batalla naval de Ponza en 1435 y capturado por el duque de Milán, Felipe María Visconti. A pesar de estar prisionero, consiguió acordar con el milanés el reparto de Italia: el norte quedaría en manos de Milán y el sur sería para Aragón. Alfonso salió de su cautiverio y en 1442 conquistó finalmente Nápoles aunque no la unió a la Corona de Aragón.

También consiguió que el duque de Milán lo nombrara su heredero. Cuando quiso hacer valer sus derechos en 1447 volvió a estallar la guerra dentro de Italia y que fue aprovechado por el rey de Francia Carlos VII para intervenir. Esto fue el preludio de los futuros conflictos que estallaría en la Península itálica y que terminarían con la posesión de España de diversos territorios hasta el siglo XVIII.

Bibliografía

BELENGUR CEBRIÁ, E. y GARÍN LLOMBART, F. V. (eds.), La Corona de Aragón, siglos XII-XVIII, Valencia: Generalidad Valenciana, 2006.

LANCASTER, J., A la sombra del Vesubio: Historia cultural de Nápoles, Granada: Editorial Almed, 2011.

MARTÍN, J. L., Historia de la Corona de Aragón, Madrid: Universidad Nacional de Educación a Distancia, 2002.

SCALMANI, D., Historia de Italia, Madrid: Editorial Sílex, 2015.