Damas y caballeros, señoras y señores. Les convido a que abandonen su instrumental de supervivencia cotidiana para esta vida anodinamente desapasionada y cojan ustedes otro zurrón. Uno parecido al bolso de la niñera creada por Pamela Lyndon Travers y mitificada por el gran tío Walt. Hablo, claro, de Mary Poppins. ¿Se acuerdan de cuando llega a casa de los Banks y lo abre ante la mirada atónita de los niños? Un espejo de pared, una lámpara de pie, una planta de interior… ¡Magia!

Pues abran ustedes ahora su nueva maleta. ¡Asómense! ¿Qué ven? Por de pronto, seguro que un sextante. También una ampolleta y un cronómetro. Hummm…Quizá tengan igualmente un cuadrante y, por supuesto, un archivador donde rebosan cartas de marear. ¿Era eso, nada más? ¡No! Hundan ustedes sus manos con brío. Agarren aquello que sienten como un retal. Tiren de él con fuerza. ¡Voilà! Tienen ante sus ojos un enorme, lustroso e imponente navío. Ya me dirán cuál les ha tocado. Si es una estilizada fragata, un solemne dos puentes o si han sido premiados con el monumental «Escorial de los mares», o sea, el Santísima Trinidad.

¿Qué sienten ahora? Ya se lo digo yo: unas irrefrenables ganas de cabalgar el gran azul, de conquistar millas infinitas en los océanos del Mundo, con todos y cada uno de nuestros cinco sentidos inclinados en asimilar hasta el más nimio resquicio de aventura. La misma sensación que sentir el viento tamizando la piel y el exotismo de mil parajes mezclado con el salitre y la pólvora. Esta sensación le recorre el cuerpo a uno cada vez que abre Twitter y se sumerge en un hilo divulgativo de Guillermo Nicieza. Hombre de mar y guerra pero, sobre todo, de historia y letras. De amor por dar a conocer, no un episodio tras otro de grandes hechos en los que nuestra Armada esculpió por derecho propio su nombre en los dominios de Neptuno, sino por hacer que cientos o miles de personas anónimas sientan que son diestros marineros, estén donde estén.

Mientras se viaja en metro, se puede leer acerca de Ulloa, Gaztañeta, Jorge Juan, Félix de Azara, Lángara, Mazarredo, Churruca o Gravina; y bajarse en… pongamos Gran Vía, viendo arboladuras en vez de edificios, con los pulmones henchidos como vela gavia al aire, ajustándose uno las bocamangas del casacón y la caña de unas botas refulgentes.

Y por eso, precisamente por el contagio entusiasta con el que Guillermo traslada su pasión por el universo naval español, a través de una red social como Twitter o de un blog de referencia como “Todo a babor”, una magnífica editorial como Edaf decidió enrolarse con él.

Enrolarse en un barco cuya dotación se cuenta por un espectro de seguidores más afines que la escuela de Guardiamarinas al sol gaditano de San Fernando; para condensar todo el conocimiento volcado en la red durante estos años, en un ensayo que sin lugar a dudas, va a ocupar un destacado lugar en las mejores bibliotecas que yo conozco. Y conozco unas cuantas.

Un libro, “Leones del mar” que habla de héroes, de aparejos, de astilleros, de flotas y escuadras, de reyes y almirantes, de capitanes y barcos, de singladuras, de contiendas y, por supuesto, de victorias. Pero también hay una intrahistoria tras las mieles de cada proeza, la del propio autor, Guillermo, de quien me enorgullezco de poder conocer para brindaros a continuación un par de pinceladas que me gustaría que supiérais:

Este Nicieza, apúntenlo, que sabe uno de lo que habla; es una persona de convicciones. Presumido galán (y tanto o más asturiano que un afamado conquistador de Avilés que llevó su tierra al fin del mundo), ama consolidar una idea apuntalándola de la forma más poliédrica posible. Dicho de otro modo: su pasión por el estudio, amén del conocimiento empírico, ya le ha proporcionado el hábito de investigador, luciendo así los galones de quienes navegan por fuentes primarias, rescatando lo que muchos anhelan como el mayor de los tesoros en un pecio hundido: la verdad de un hecho histórico.

Y escribe. Muy bien además. Con afectivo tesón, enamorándose pormenorizadamente de lo que entinta, manual o digitalmente sobre blanco. Pero igualmente de viva voz transmite ese fervor de quien respira por y para transmitir lo que le apasiona. Lo hace además con un fabuloso sentido del humor ¡y carácter! esencial dupla para el disfrute de una buena tertulia que, en este caso, si es con vistas al mar o en socorrida taberna de puerto, mejor que mejor.

Les hablo a todos ustedes de alguien muy cercano, cuya humanidad y empatía en fondo y forma se deja notar en un sencillo apretón de manos; de esos que te blindan el riego sanguíneo de confianza. Conozco pocos casos así. Por todo ello subrayo aquí que Guillermo Nicieza, hábil comunicador, es un tipo de persona que no abunda. La verdad de esta afirmación es la que hace que el libro que me ha traído a escribir este pequeño artículo vaya a ser algo excepcional.

Abran este ensayo, marinero como pocos, sientan el rugir de los leones que, coronando el tajamar de nuestras naves, reinaron sobre los océanos en defensa de un Imperio global como lo fue el español. Dejen su rutina. Dejen también emerger su instinto aventurero y disfruten aprendiendo lo grandes que fuimos de la mano de otro grande que no les defraudará. Verán España con la gloria que nunca debió perder, así como verán nuestra historia naval como un friso de ídolos con los que ilustrarse en el día a día. Total, han de saber ustedes que nuestra cotidianidad está, en gran parte, modelada por los progresos de nuestra Armada en un siglo XVIII cuasi de leyenda. ¿No se lo creen? Lean… lean a Guillermo y me cuentan.

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Fabio Castaño: co-fundador de Legado Hispánico.