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El origen de las órdenes militares se encuentra en la época de las Cruzadas, siglos XI-XIII, cuando aparecieron grupos de personas que conjugaban la vida monástica y la vida militar. Aunque anteriormente ya existían soldados cristianos dispuestos a luchar por la defensa y la expansión de la Cristiandad, es durante las Cruzadas cuando apareció la idea de crear este tipo de agrupaciones, las cuales estaban dispuestas a ayudar a los peregrinos que se dirigían a Tierra Santa a visitar los Santos Lugares. Éstos necesitaban tanto de asistencia material para poder lograr su objetivo como de militares que los defendieran del ataque de los musulmanes cuando fueran o volvieran de Tierra Santa. Estas primeras agrupaciones fueron desarrollándose de acuerdo a las circunstancias y necesidades asistenciales y militares hasta convertirse en órdenes militares como el Temple y el Hospital de San Juan.

La influencia de esta mentalidad y de las primeras órdenes militares llegó también hasta la Península Ibérica en el siglo XII, cuando los reinos cristianos se muestran favorables a crear también órdenes militares para hacer frente a los almohades. Se ha querido ver el origen de éstas en la rábita, una especie de convento musulmán de tipo militar en el que fieles musulmanes se retiraban para llevar una vida religiosa y prepararse para acudir a la guerra cuando fuera necesario. No obstante, también se piensa que pudo ser también la evolución de cofradías de caballeros creadas para hacer frente a los musulmanes y que hacían votos temporales. Estas agrupaciones evolucionaron con el paso del tiempo, y gracias las órdenes monásticas, dieron paso a órdenes militares propias a imagen de las que se habían fundado en Tierra Santa y que se habían llegado a la Península. De las órdenes fundadas en la Península, algunas fueron creadas gracias a la Orden del Císter, que ya había colaborado en la creación de los templarios al ser uno de sus miembros más destacados, san Bernardo de Claraval, el redactor de la regla de los templarios.

La primera orden en aparecer fue la orden de Calatrava. El rey Alfonso VII de Castilla y León había conquistado esta villa en 1147 y la entregó a los templarios para que la defendieran junto al ejército real. Cuando éste tuvo que partir al norte en 1157 y los templarios se vieron incapaces de defender la plaza frente a los almohades, la devolvieron al entonces rey Sancho III. Éste la ofreció a cualquiera que pudiera defenderla y entonces el san Raimundo de Fitero, abad cisterciense, se ofreció junto con otros monjes y soldados para mantenerla. Ambos llevaban una misma vida religiosa aunque con algunas adaptaciones para los segundos de acuerdo a sus actividades militares. Fue un éxito al conseguir hacer frente a los almohades. Sin embargo, a la muerte del Raimundo en 1161 las dos ramas se separaron, los monjes abandonaron el lugar pero los caballeros solicitaron vivir según la regla cisterciense. La orden cisterciense lo aprobó y el papa Alejandro III lo ratificó en 1164. Desde el primer momento, la orden se enfrentó a los almohades, aunque perdieron Calatrava después de la batalla de Alarcos. Como respuesta, se apodaron de Salvatierra, de la cual fueron expulsados en 1211 después de una larga resistencia que favoreció a los reinos cristianos al darles tiempo necesario para prepararse para lo que sería la batalla de las Navas de Tolosa de 1212. Como compensación por la pérdida, recibieron el castillo de Dueñas, al cual le pusieron el nombre de Calatrava la Nueva y se mantuvo como sede central entre 1217 y 1221.

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Unos años después de la fundación de Calatrava apareció una cofradía de caballeros en la ermita de San Julián del Pereiro, en el reino de León. Esta cofradía pronto adquirió la categoría de orden militar aunque no se conoce la fecha con exactitud. En 1176 quedaron bajo la autoridad de la Santa Sede por bula de Alejandro III y en 1183 Lucio III los eximió de la jurisdicción episcopal. Para entonces ya funcionaban con la regla cisterciense aunque no fue hasta 1190 cuando los cistercienses los asociaron a la orden. La nueva orden cambió de nombre por el de Trujillo después de recibir esta fortaleza para su defensa, aunque su estancia duró poco tiempo al ser expulsados por los almohades. La orden recuperó su antigua denominación hasta que en 1218 la orden de Calatrava les cedió la plaza de Alcántara. Allí se instalaron y cambiaron definitivamente de nombre por el de su nueva sede.

Mientras tanto, en 1169 los cristianos se apoderaron de Cáceres. El rey Fernando II encargó su defensa a una cofradía de caballeros, la cual se puso de acuerdo con el arzobispo de Compostela para defender sus posesiones en la región en 1171. A causa de este acuerdo, tomaron el nombre de caballeros de Santiago de la Espada y como patrón al apóstol. En 1173, nuevamente el papa Alejandro III puso bajo su protección a la nueva orden militar y dos años después aprobó su regla y ordenó la integración de sacerdotes en la congregación. También les concedió una peculiaridad que la distinguía de las demás órdenes, el admitir a casados como miembros de pleno derecho. Sus primeros años fueron duros ya que perdieron Cáceres al volver a ser conquistada por los musulmanes en 1172 y tuvieron que extenderse por Castilla. Como compensación, en 1174 recibió la ciudad y tierras de Uclés, que pasó a ser su sede central.

Si en los reinos de León y Castilla no había problema con la creación de órdenes militares, en la Corona de Aragón la situación era muy diferente ya que las órdenes militares de Tierra Santa estaban bien asentadas y colaboraron activamente en las diferentes campañas de conquista que hicieron los monarcas aragoneses, y se prefería traer a las órdenes castellanoleonesas. Hubo algunos intentos de fundar como la orden de san Jorge, creada por Pedro II en 1201 pero que no fue aprobada por el papado hasta 1373 y en 1400 se unió a la única orden de importancia que se fundó en la Corona de Aragón, la orden de Montesa.

Ésta apareció gracias a la caída del Temple. Cuando los templarios fueron disueltos en 1307, surgió el problema de qué hacer con sus numerosos bienes. En cada reino se decidió una política propia y en Aragón se pensó en entregarlos o a una orden de nueva creación o a otra ya existente y con implantación en el territorio como Santiago o Calatrava. El entonces rey Jaime II propuso en 1313 la fundación de una orden militar con sede en el castillo de Montesa, en el reino de Valencia, usando los bienes de los templarios. El papa Juan XXII lo aceptó con la condición de que se quedara en el reino de Valencia y estuviera afiliada a Calatrava; y en 1319 llegó la aprobación oficial, aunque fueron necesarios varios años para desarrollar su regla y la organización interna. En 1400 pudieron salir de los límites geográficos de Valencia porque en ese año, y como aparece anteriormente, la orden de san Jorge fue agregada a Montesa junto con todas sus posesiones, que se repartían entre Cataluña, Mallorca y Cerdeña.

Aunque éstas son las cuatro órdenes militares más famosas, también se fundaron otras que por diversas circunstancias se disolvieron o terminaron integradas en otra. Así tenemos en la Corona de Castilla las órdenes de la Banda, San Marcos de León, Monfragüe y Santa María de España. Esta última fue muy peculiar ya que fue la única que se dedicó también a la lucha marítima en su pocos años de existencia. Dentro de la Corona de Aragón aparecieron las de Belchite, Alcalá de la Selva, San Salvador de Monreal, Montegaudio y San Jordi de Alfama, la cual fue integrada en la de Montesa, como se ha dicho anteriormente. También se fundó una en el reino de Navarra, la orden de la Terraza.

Estas órdenes militares estaban formadas por miembros que profesaban los votos religiosos de pobreza, castidad y obediencia y, además, se comprometían a luchar contra los enemigos de la religión. Había monjes que se dedicaban exclusivamente la vida contemplativa y caballeros, sujetos también a reglas monásticas pero con mayor libertad para poder dedicarse también a la actividad militar. Junto a ellos había hermanos donados o sirvientes que formaban parte de la orden aunque sin profesar y “familiares”, aquellos que ayudaban desde fuera con dinero u otros servicios. Normalmente, estas órdenes eran solamente masculinas, aunque Calatrava tuvo una rama femenina dedicada a la vida contemplativa y Santiago también contó con mujeres entre sus miembros, las cuales eran más activas gracias, en parte, a la presencia de caballeros casados.

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Todos los miembros de la orden se encontraban organizados jerárquicamente. A la cabeza se encontraba el maestre, que gozaba de amplios poderes y era elegido por un consejo o por el capítulo general. Éste se reunía cada año para controlar la orden junto con el maestre. Por debajo del maestre se encontraba el comendador mayor, que actuaba como su lugarteniente. Otro personaje importante era el prior mayor, encargado del cuidado espiritual de todos los miembros de la orden y las iglesias de la orden. Después estaban el sacristán mayor, que se encargaba de reliquias y ornamentos, y el obrero mayor, encargado de la construcción y mantenimiento de todos los edificios de la orden. En la parte inferior se encontraban los priores de los conventos, los cuales estaban exentos de la autoridad episcopal. También la orden se organizaba a nivel territorial mediante encomiendas mayores, una por cada reino, que estaban compuestas a su vez por encomiendas que agrupaban los bienes de la orden en un territorio. Éstas estaban controladas por un comendador.

Como ya se ha dicho anteriormente, la principal misión de las órdenes, y la más conocida, era ayudar en las empresas bélicas encaminadas a la lucha contra los musulmanes y expandir las fronteras de los reinos cristianos. Para ellos, estuvieron sujetas a las directrices de los reyes, quienes recurrían a las órdenes en busca de apoyo militar, por lo que se convirtieron en uno de los núcleos principales de los ejércitos, y de defensores de la frontera. Para ello, se les concedía, fortalezas, ciudades y territorios, con lo cual las órdenes tenían un papel importante dentro de los reinos. Su presencia y actividad favorecía la colonización de nuevas tierras. Pocas veces realizaron acciones militares por su cuenta, como la conquista de Salvatierra por los caballeros calatravos, pero sí son mencionados en ocasiones por su papel en batallas y conquistas de ciudades. En las batallas eran reconocidos por sus hábitos. Las principales órdenes mencionadas usaban el manto blanco y cada una llevaba una cruz distintiva: Calatrava usaba una cruz flordelisada primero negra y después roja; Alcántara llevaba también una cruz flordelisada pero verde; Santiago adoptó una espada adornada roja; y Montesa usó al principio una cruz flordelisada negra que se cambió por una cruz griega sencilla roja.

No obstante, no hay que olvidar que las órdenes militares también otra faceta, la dedicada a las actividades de caridad. Un ejemplo en esto es la orden de Santiago. Por un lado se encargó de fundar algunos conventos hospitales, uno de los cuales también estaba destinado a la atención de los leprosos, el de Carrión. Por otro lado, se mostró preocupado por la liberación de cautivos cristianos en manos musulmanas. Su regla recogía esta actividad expresamente y para ello recogían limosnas y cuidaban a los rescatados en hospitales propios. No obstante, para esta actividad en especial se fundó en la Península la Orden de la Merced, la cual eclipsó junto con los trinitarios a las órdenes militares en esta labor. Éstas también se dedicaban como no podía ser de otro modo, al cuidado de sus miembros heridos y los ancianos.

Mientras no se encontraban empeñados en actividades militares, los miembros de las órdenes militares se encargaban de llevar una vida regular propia de los monjes de acuerdo a sus reglas. Tanto en los conventos como en las encomiendas participaban en el rezo del oficio divino, el cual articulaba el resto de ocupaciones del día y debían asistir a misa y acudir al sacramento de la confesión. Aunque sin provocar un deterioro de su actividad militar, tenían que guardar numerosos ayunos y abstinencias a lo largo del año. También tenían sus ratos de esparcimiento y ocio, en los cuales se practicaban actividades que podrían ser consideradas deportivas. Sin embargo, no parece que se diera especial relevancia a las actividades culturales, aunque en algunos casos se intentó paliar esta carencia dando alguna formación a los miembros.

Durante los siglos XIV y XV aumentó el interés de los reyes peninsulares en controlar a las órdenes militares poniendo como maestres a personas de su confianza e interés. Esto favoreció la implicación de los caballeros en la política de la época y en participar en diversas intrigas e, incluso, en la guerra civil entre Pedro I y su hermanastro Enrique de Trastámara. Un ejemplo significativo de esta participación en las políticas del momento fue Pedro Girón, gran maestre de Calatrava, quien consiguió que Enrique IV le concediera la mano de su hermanastra Isabel para ser rey de Castilla, e incluso llegó a conseguir del papa la exención de sus votos religiosos. Sin embargo, sus planes se frutaron al morir antes de la boda.

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Al irse acercando el fin de la Edad Media, las órdenes militares también se acercaban al fin de sus características e independencia. En 1485 los Reyes Católicos consiguieron ser nombrados administradores de las órdenes por el papa Sixto V. Éste entendía que sería algo temporal pero los monarcas querían que fuera definitivo. En un primer movimiento consiguieron que la orden de Calatrava se comprometiera a no escoger un nuevo maestre tras la muerte del que entonces la regía, hecho que se produjo en 1487. Al año siguiente, los reyes eran sus administradores. La orden de Santiago mantuvo su independencia gracias a que la reina Isabel confiaba en la lealtad del maestre Alonso de Cárdenas, quien tuvo un papel destacado en la guerra de Granada. Murió en 1493 y en 1499 la orden fue confiada a los monarcas. Alcántara también pasó a estar bajo dominio de los soberanos en 1494 después de que su maestre fuera persuadido para que abdicara. No obstante se buscó que la vida en las encomiendas siguiera funcionando con normalidad aunque Alejandro VI dispensó a todas las órdenes militares del voto de celibato.

Para controlar a las órdenes se formaron dos consejos, uno en la corte para temas espirituales y administrativos, y otro en Almagro para los asuntos judiciales. Ambos fueron unificados en un solo consejo en 1507. Años después, en 1523, Adriano VI concedió definitivamente al rey de España el maestrazgo de Santiago, Calatrava y Alcántara. La última orden en ser anexionada por los monarcas fue Montesa en 1587, cuando se unió a la Corona de Aragón. De esta manera, el rey de España pasaba a ser gran maestre de todas las órdenes y éstas quedaban convertidas en organizaciones honoríficas que han conseguido llegar hasta la actualidad.

Bibliografía

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ÓRDENES DE CABALLERÍA DE SANTIAGO, CALATRAVA, ALCÁNTARA Y MONTESA:

http://www.ordenesmilitares.es/

[última visita: 03/08/2018]

POSTIGO CASTELLANOS, E.

Santiago, Calatrava y Alcántara

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SEWARD, D.,

Los monjes de la guerra. Historia de las órdenes religiosas

, España: Edhasa, 2004.

Enlaces de las imágenes del artículo

Caballeros de órdenes:

http://lugaresconhistoria.com/ordenes-militares-espana

Mapa de las órdenes militares a finales del siglo XV:

http://lugaresconhistoria.com/ordenes-militares-espana

San Raimundo de Fitero:

https://www.elpandelospobres.com/san-raimundo-de-fitero-abad-15-de-marzo