En 1789, cuando comenzaba la Revolución en Francia, estuvo a punto de estallar una nueva guerra entre España e Inglaterra. Ya se habían enfrentado en otras ocasiones durante el siglo XVIII en y por América, y parecía que terminaría el siglo con un nuevo conflicto, aunque en parte fue por culpa de los rusos y, especialmente, de un sevillano y sus hombres.
Para entender este conflicto hay que remontarse al reinado del rey Carlos III. En 1761 llegaron informaciones a la Corte de que un invitado inesperado quería establecerse, y al parecer ya lo estaba haciendo, en el noroeste de América, en territorio que le correspondía al Imperio español aunque no había tomado posesión formal de él. Se trataba del Imperio Ruso, gobernado en aquel momento por una de los monarcas más importantes de la Europa de aquel siglo, Catalina la Grande. Su intención era expandirse hacia lo que ahora conocemos como Alaska y el embajador español en Rusia anunció que había establecimientos rusos en América.
En España no podían dejar que los rusos se asentaran en territorios que les correspondía desde 1493 por la bula papal Inter Caetera. Entonces el Imperio español se lanzó a su último gran movimiento de expansión, había llegado la hora de tomar formalmente en nombre de España la costa oeste de Norteamérica. Los españoles ya habían subido por la costa oeste de Norteamérica hasta la bahía de Monterrey a principios del siglo XVII aunque hasta mediados del siglo XVIII sólo hubo asentamientos españoles en la Baja California. A partir de 1769 comenzó la fundación de poblaciones en la Alta California, incluyendo 21 misiones por parte del fraile franciscano mallorquín fray Junípero Serra. La creación de estos asentamientos y misiones mostró su gran importancia con el tiempo ya que serían el origen de ciudades estadounidenses como San Francisco, San Diego y Santa Bárbara.
Los españoles continuaron su ascenso hacia el norte y en 1774 el mallorquín Juan Pérez descubrió la que sería la isla de Vancouver y el puerto de Nutka, el cual tendría una importancia capital más adelante. Había que llegar cuanto antes a lo que ahora es Alaska y descubrir si las informaciones sobre los rusos eran ciertas. Se lanzaron nuevas expediciones, en una de las cuales participó el teniente de fragata Juan Francisco de la Bodega y Quadra, que tendría un gran papel más adelante. Junto a estas expediciones españolas también se sumaron otras potencias, entre ellas Inglaterra y Estados Unidos. La primera se convirtió protagonista porque buscaba comerciar con esta parte de América y buscaba la manera de llegar sin tener que cruzarse con los españoles.
Estos movimientos no impidieron a los españoles seguir explorando la costa oeste de Norteamérica y reclamar esos territorios para la Corona. Como en un primer momento no se encontraron a los rusos, las expediciones se paralizaron durante una década, algo que traería problemas a los españoles posteriormente ya que los demás países no se quedaron quietos. Habían visto el potencial comercial que tenía esta región, mientras que España se centraba en marcar su soberanía.
En marzo de 1788 los españoles volvieron a mandar barcos al norte desde la actual localidad mexicana de San Blas, puerto de salida de estas expediciones. Este primer grupo estaba dirigido por el sevillano Esteban José Martínez y llegaron al sur de Alaska. Cuando llegaron a finales de junio por fin encontraron a los rusos. Estos les informaron que habían instalado hasta siete puestos y tenían la intención de continuar hacia el sur, asentarse en el puerto de Nutka al año siguiente e, incluso, llegar hasta California. Los españoles volvieron y se decidió que había llegado el momento de defender su soberanía en aquella parte del mundo. Se mandó una nueva expedición para fundar en Nutka un fuerte y garantizar su presencia frente a los rusos. Esto estuvo a punto de provocar la guerra entre España e Inglaterra.
El 5 de mayo de 1789 Esteban José Martín, al frente de los barcos Princesa y San Carlos, tomó posesión de la Ensenada de Nutka y fundó el asentamiento de Santa Cruz. A la vista de posibles enfrentamientos se construyeron en dos islotes el Fuerte de San Miguel y el Baluarte de San Rafael para defender el asentamiento español. Con esto se extendía el Virreinato de Nueva España hasta el suroeste del actual Canadá.
En el momento de la llegada había dos naves estadounidentes, las Columbia y Lady Washington, que estaban allí a causa del clima. Esteban les permitió partir sin problema e incluso ambas partes celebraron con salvas de artillería el 4 de julio. Sin embargo, a partir de entonces es cuando la situación se complicó. Al poco de tomar posesión de la Ensenada, llegó la nave británica Argonaut con mercancías. Esteban la apresó junto con una nave inglesa pero con bandera portuguesa que había en la isla llamada Iphigenia Nubiana. Los españoles no habían hecho más que empezar. Días después llegaron a la isla dos nuevos barcos ingleses, Northwest America y Royal Princess, y fueron apresados, en parte porque el Iphigenia Nubiana había conseguido escapar. El último navío era la vanguardia de una expedición inglesa de barcos dirigida por James Colnett. Éste intentó escapar pero fue capturado y con él, sus barcos. Esteban mandó los barcos a San Blas pero el Northwest America escapó. Mientras tanto, los españoles capturaron otro barco, el Fair America, el cual, sin embargo, era estadounidense.
Todo cambió a finales de julio, cuando desde Madrid llegó la orden de abandonar Nutka. Los españoles tuvieron que irse pero dejaron escondidos materiales para la vuelta a la isla porque sabían que los mandarían de vuelta a esa posición estratégica. Efectivamente, al poco tiempo salió una contraorden de volver a la isla y reedificar el Fuerte de San Miguel de manera permanente. El encargado de dirigirlo sería Francisco de Eliza con hombres de la Primera Compañía Franca de Voluntarios de Cataluña, dirigidos por Pedro Alberni.
¿Por qué no volvió Esteban José Martínez? Justamente porque su actividad en Nutka había dejado a España al borde de una guerra contra Inglaterra. El Northwest America había vuelto a Reino Unido y avisó de lo que estaba ocurriendo en Norteamérica. La noticia provocó la ira del gobierno inglés y amenazó a España con una guerra en defensa de sus súbditos. La situación llegó a ser muy peligrosa porque España no tenía fuerzas suficientes para hacer frente a la amenaza y no podían confiar en que Francia ayudara en caso de conflicto bélico.
Mientras se intentaba evitar la guerra, los españoles continuaron su exploración por la costa norteamericana, en parte para vigilar a los rusos, los cuales no aparecían fuera de donde los habían localizado, y en parte para tomar posesión de aquellas tierras. La expedición que se mandó, dirigida por Salvador Fidalgo, consiguió que el Imperio español alcanzara su máxima extensión al reclamar aquellos territorios septentrionales. Esto quedó reflejado en la toponimia local como Puerto Cordova y Puerto Valdez, los se han conservado junto a otros más aunque la mayoría se han perdido.
Esta exploración resultó ser estéril al final porque, mientras esto ocurría en América, España e Inglaterra firmaron en 1790 el primero de los acuerdos de Nutka, con los cuales se evitó la guerra entre ambas potencias. Sin embargo, a modo de compensación, España tuvo que renunciar a su asentamiento en Nutka. No se produjo de inmediato, porque en 1791 la expedición científica de Malaspina hizo escala en la isla al estar todavía en control de los españoles. Al año siguiente se produjeron las conversaciones definitivas entre España e Inglaterra en Nutka, representadas la primera por un conocido, Juan Francisco de la Bodega y Quadra, y la segunda por el oficial y explorador británico George Vancouver. Las relaciones entre ambos fueron tan cordiales que se decidió nombrar a la isla en disputa Isla de Quadra y Vancouver, aunque con el tiempo se perdió la primera parte de su nombre original.
El fin de la presencia española en esta parte del mundo se produjo en 1795. España tuvo que replegarse hacia el sur, hasta la zona de la Alta California, y los ingleses pudieron extender su influencia a esta parte septentrional de América. Los rusos siguieron en Alaska sin cumplir con sus aspiraciones de avanzar hacia el sur, lo cual fue una suerte para los estadounidenses ya que en décadas posteriores pudieron «expulsar» a los rusos con la compra de Alaska. Por un breve periodo de tiempo el Imperio Español había sido vecina del Imperio Ruso y había extendido su dominio en América desde el sur de Alaska hasta la Tierra del Fuego en el sur.
Bibliografía
https://www.hispaniccouncil.org/wp-content/uploads/THC_FLORIDA_ALASKA.pdf
https://sede.educacion.gob.es/publiventa/d/14390C/19/0
https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=1433297
https://armada.defensa.gob.es/archivo/mardigitalrevistas/cuadernosihcn/43cuaderno/cap02.pdf