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Nacido en Ratisbona (Alemania) en 1547, Juan de Austria es el vivo ejemplo de cómo labrarse una leyenda partiendo de un contexto poco favorable. En primer lugar, su padre, Carlos V, nunca lo reconoció en vida. El motivo, ser fruto de la relación que éste mantuvo, en la década de los cuarenta, con Bárbara Blomberg. Fue, pues, un hijo ilegítimo criado bajo el manto de una familia humilde hasta que Felipe II desveló el testamento de su padre. En él se daba cumplida cuenta, finalmente, de su existencia. Es más, el Monarca integró al joven en la Casa Real, situando la primera piedra de un camino que, de manera insospechada entonces, lo conducirá a la cúspide.

El mito de Juan de Austria y su polémica

Sin embargo, sus aventuras no estuvieron exentas de polémica. En parte porque el joven mostraba gran amplitud de miras. Por eso intentó, a los 18 años, enrolarse en la expedición que partió desde el puerto de Barcelona con el objetivo de liberar la isla de Malta del asedio turco. Que arribara a la ciudad condal cuando los navíos ya habían izado velas es intrascendente. Ya había mostrado a sus allegados cuál era su grado de audacia.

Tanto que uno de ellos, el príncipe Carlos, hijo de Felipe II, intentó hacerlo partícipe de los cantos de sirena que le profesaban los príncipes flamencos. Estos urdían una trama para expulsar a los españoles de los Países Bajos. El inexperto heredero no contó con la fidelidad que Juan le profesaba a su hermano, a quien denunciaría los tejemanejes de su sobrino. De esta forma provocó, primeramente, la caída en desgracia de éste, revalorizándose, en segundo lugar, a ojos del Rey.


Sus dotes para lidiar con todo tipo de dificultad le auparon hacia la Capitanía General de la Armada Mediterránea, apenas recién entrado en la veintena. La responsabilidad, capital en un contexto de “guerra fría” frente al Imperio Otomano, que le correspondió, lo condujo a combatir la rebelión morisca que había sacudido la Alpujarra en 1568. Ésta amenazaba con trastocar el equilibrio en el Mediterráneo ya que fueron emisarios otomanos quienes instigaron la rebelión y quienes, posteriormente, apoyaron el sostenimiento de la guerra.

Los tres años que duró convirtieron al joven en un emblema para la lucha de la cristiandad frente a los musulmanes. Su ascenso al rango de Generalísimo de la Armada lo entrelazaría con el nombre de un lugar: Lepanto.

Juan de Austria en la Santa Liga

Fue en las aguas aledañas a esa ciudad griega donde se libró la mayor de las batallas de la Edad Moderna. Un enfrentamiento marítimo entre la Santa Liga y las fuerzas otomanas, comandadas por Alí Bajá. Se produjo el 7 de octubre de 1571 y frenó la expansión turca por el Mediterráneo. El resultado dejó tras de sí más de 30.000 bajas entre ambos bandos y a Juan de Austria como triunfador. La nave que dirigía, La Real, asestó el último y definitivo golpe al enemigo.

Cabría pensar que un símbolo de tal calado saborearía el sabor de la victoria. Especialmente si añadimos que Pío V lo felicitó efusivamente. Además en 1573 tomó Túnez e incluso dio su último aliento para apaciguar la situación en Flandes. Allí ostentó el cargo de Gobernador muy a su pesar. Pero intrigas palaciegas de distinta índole le negaron la gloria en vida. Algunos dicen que pudiendo, incluso, provocarle la muerte en 1578. Pese a lo aciago de su final y del transcurso de los siglos, sus hazañas jamás cayeron en el olvido.



Bibliografía sobre el pesonaje