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Por Pablo Cassinello

Tenemos la fea costumbre de vulgarizarlo todo. Últimamente parece que las gestas, las gestas de España, sólo ocurren los meses de verano que hay tenis o mundial de fútbol. Tanto hemos ocultado la épica que al final la dejamos reducida sólo a los habituales capítulos deportivos. No voy a restar un ápice al éxito deportivo que representa que un murciano de tan sólo 20 años gane Wimblendon… pero ponerlo a la altura de Hernán Cortés y su conquista de Tenochtitlán… va a ser que no.

Las gestas trascienden las facetas más ociosas del ser humano. Son gestas por su matiz extraordinario, la trascendencia histórica que conllevan y el sacrificio que representan. Van más allá de cualquier ego personal y se deben al servicio o entrega al prójimo. Y desde luego que no son actos sólo propios del pasado. Ese afán de aburguesar la vida actual pasa por el vicio de hacer ver que todas aquellas gestas forman parte de un pasado antiguo y desfasado.

Cierto es que ya no asistimos a grandes viajes, épicas conquistas o defensas numantinas… Pero hay gestas más allá de los cuadros y las estatuas. La mejor manera de reconocerlas es cuando han sido certificadas como tal. Y por eso merece la pena referirse a las dos últimas grandes certificaciones de gestas vividas en este país. Me refiero a las dos últimas laureadas de San Fernando concedidas en España. Esta medalla, la Cruz Laureada de San Fernando, sigue siendo la más preciada condecoración militar y textualmente tiene por objeto «honrar el reconocido valor heroico y el muy distinguido, como virtudes que inducen a acometer acciones excepcionales o extraordinarias, individuales o colectivas, siempre en servicio y beneficio de España».

Por lo tanto, son sello indiscutible de gesta, de épica y de honor. Fueron otorgadas por el denominado combate de Edchera ocurrido el día 13 de enero de 1958 y se enmarcan en la desconocida Guerra de Ifni. Aprovechando cierta tolerancia de las autoridades españolas, y un despiste total de los servicios de inteligencia, bandas armadas marroquíes atacaron todas las posiciones españolas en el entonces territorio de Ifni y se introdujeron en el Sáhara.

El 13 de enero, la XIII Bandera de La Legión acantonada en El Aiuún recibe la orden de desplazarse a Edchera con la misión de efectuar un reconocimiento de esa zona y obtener información sobre el enemigo. En el transcurso del movimiento la columna recibe fuego intenso de un enemigo establecido y perfectamente organizado sobre el borde del cauce seco de la Saguia El Hamra. Los legionarios intentan una maniobra de envolvimiento, pero ven frustrada su estrategia porque el enemigo dispara desde una zona muy difícil de batir. La Bandera sufre gran cantidad de bajas, incluido el capitán al mando de la I Compañía. El movimiento es abortado, ya que la parte contraria reacciona intentando desbordar a la Bandera por el flanco norte.

Se suceden varias acciones heroicas, especialmente las que motivan estas dos últimas Cruces Laureadas de San Fernando, concedidas al brigada Francisco Fadrique Castromonte y al legionario Juan Andrés Maderal Oleaga. Cuando se vieron rodeados, para facilitar la retirada de sus hombres Fadrique se quedó con dos cabos y el legionario Maderal. Estaba herido en el hombro, una segunda bala le rompió la clavícula y otra le rozó la cabeza. Más tarde sufrió una herida en la pierna pero siguió disparando con su fusil ametrallador. Ordenó a los cabos y al legionario que abandonaran el puesto, pero Maderal se negó. Un disparo abatió al legionario y el brigada recibió un tiro en el vientre y otro en el cráneo que acabó con su vida. A ambos se les concedió la laureada; al brigada por Orden de 10 de febrero de 1962 y al legionario por Orden de 5 de enero 1966.  Hay una oración que resume perfectamente su acción… “con su sangre la empresa rubricaron, con su esfuerzo la Patria engrandecieron. Fueron grandes y fuertes, porque fueron fieles al juramento que empeñaron…”

Gestas en África

Si quieres conocer la acción de España en África, te recomendamos la inigualable obra de Miguel Ángel Ferreiro, de Editorial Edaf, ‘La segunda columna. Lo que dejamos en África‘, que por algo está en los libros recomendados de nuestra tienda.